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Relato "Groenlandia, la perla ártica" por Rosa María
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Relato "Groenlandia, la perla ártica" por Rosa María

 


GROENLANDIA, LA PERLA ÁRTICA

Una experiencia única con gente inolvidable...
“Gracias a Mundo Ártico por hacer realidad mis sueños, todavía  siento escalofríos cuando recuerdo el que ha sido sin duda, el viaje de mi vida."
 


Todo empieza con una ilusión y el deseo de hacerla realidad, entonces despegas para conseguirla, de repente asomas por el cristal del avión y avistas a lo lejos pequeñas masas de hielo que resurgen tímidamente del mar, como presagiando lo que vendrá después. Frente mí un mundo desconocido que nada tiene que ver con lo que había visto ni vivido hasta el momento, inquieta, con el cuerpo bien abrigado y mis sentidos completamente al aire, por fin me encuentro en el lugar que tanto anhelo… 

La tierra de los Inuits….
 


Preparada para descubrir los encantos de la perla, comienza la función, el aire es limpio, fresco y liviano, contemplo el paisaje de un pueblo en calma, con casas en perfecta armonía con la naturaleza y que colorean un entorno de ensueño. Calles conquistadas por perros salvajes a merced del amo que los alimenta y prepara para la siguiente temporada. Luces que iluminan majestuosos glaciares y que decoran el atardecer dando brillo al hielo que se resiste a abandonar las montañas. Un lienzo salpicado por gigantes blancos que asoman a lo lejos sobre el mar infinito, dibujando figuras que dan vida a aquel cuadro.
 


Ajena a lo que el viaje me depara, en una realidad donde no existen límites, donde el blanco es protagonista y el silencio su aliado, delante de mí el casquete polar, inmensidad que me desborda y que tengo el placer de recorrer, guiada por quien bien conoce sus secretos. A sus pies me siento libre, sedienta bebo de sus aguas y  además tengo el placer de ser nombrada dama.

Con respeto me retiro, esta vez a surcar las aguas, navego feliz a través de fiordos decorados de glaciares, y asisto al espectáculo de luces y sonidos de icebergs que deshielan, amenizando y dando vida a cada día que pasa. Puedo tocarlos y abrazarlos, saborear el hielo que los acompaña, me sumerjo y disfruto de un baño, que me hace sentir libre sobre sus gélidas aguas.
 


Contemplo el mar sereno cuya inmensidad me hace sentir afortunada por tan solo poder contemplarlo, y cuando menos lo espero, arranca de su seno la naturaleza viva que tanto ansiaba, criaturas divinas que surcan las aguas, hermosas ballenas que decoran la perla ártica, me emociono al sentirlas tan cerca que casi puedo tocarlas, perfectas formas que decoran el agua. Y en el deseo de detener el tiempo y congelar esa imagen para siempre en mi mirada, advierto que otros ojos miran con otra mirada, la del cazador que avista la presa, que será sustento de su familia, en sus ojos se enciende otra llama. Me preparo para vivir otra experiencia que me espera, sin duda más dura y estremecedora, así que con respeto asisto como invitada a un duelo de instintos donde prevalece lo humano, vida y muerte cara a cara, la naturaleza se resigna y pierde la batalla, manjar de un pueblo, que espera ansioso en el puerto, la llegada de los suyos con alimento para sus casas.
 


Otro día amanece, frente a mí glaciares que deshielan y que me brindan la oportunidad de poder ascender su lengua con la profesionalidad del guía que siempre acompaña, que vela por nuestra seguridad y bienestar, que nos aconseja y enseña, que nos orienta entre montañas, lagos, pueblos abandonados, que nos relata historias y nos empapa de conocimientos sobre la cultura y costumbres de sus pobladores, que nos aloja en casas de amigos Inuits permitiéndonos ser partícipes de sus vidas cotidianas. Calidez humana en rostros fríos que te brindan la oportunidad de compartir con ellos casa, de presenciar sus danzas, compartimos mesa, veladas, juegas con sus niños, mezcla de sonrisas, gestos y palabras, un idioma universal que se entiende con miradas.
 


Cuando acaba el día y al cambiar de escenario, vuelve a surgir la magia, esta vez acostada bajo un manto estrellado, de nuevo me siento afortunada, cuando menos lo espero, asoma la aurora acariciando la noche, exhibiendo sus coloridas curvas, despertando mi asombro y empañando mi mirada. Hermoso cuadro que se difumina, dejando paso de nuevo a la noche estrellada.

Y como la noche que cierra el día, el viaje que empezó también acaba. Un viaje grandioso, de reencuentro con la naturaleza, donde el frío queda enmascarado por la gran calidez  humana. Feliz me dispongo a abandonar no solo un lugar, sino a la gente que me atrapa. Han sido tantos días, tantas experiencias, tanta felicidad y tanta magia, que te resignas a abandonar la que ha sido durante un tiempo tu casa. Y de nuevo en el avión, vuelvo a atrás la mirada para llevarme en el recuerdo, mi sueño en Groenlandia.

Rosa María Fernández
Septiembre 2012
 


Enlaces

Fotografías del viaje "Groenlandia, la perla Ártica 2012":

- Pueblos y habitantes

- Naturaleza y acción

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